Aparato Crítico - Sarmiento
Domingo Faustino Sarmiento fue una de las personalidades más influyentes de la Argentina del siglo XIX, reconocido como político, educador y hombre de letras. Nació en San Juan el 15 de febrero de 1811 y desde muy joven mostró una fuerte inclinación por el conocimiento y la enseñanza: a los 15 años ya había fundado una pequeña escuela. Su vida familiar estuvo atravesada por luces y sombras: contrajo matrimonio con Benita Martínez Pastoriza, pero sufrió la pérdida de su hijo Dominguito, muerto en combate durante la Guerra de la Triple Alianza.
Como pensador y escritor, Sarmiento dejó una producción inmensa. Su obra más emblemática, Facundo: civilización y barbarie (1845), expuso con claridad su rechazo al régimen de Juan Manuel de Rosas y planteó una interpretación de la realidad argentina en términos de oposición entre la civilización europea y la barbarie del interior y el caudillismo. También publicó libros como Recuerdos de provincia (1850) y Mi defensa (1843), en los que combinó elementos autobiográficos y reflexiones políticas.
En el terreno político, vivió períodos de exilio durante la dictadura rosista, pero luego regresó al país para ocupar cargos de gran importancia, llegando a la presidencia de la Nación entre 1868 y 1874. Durante su gobierno impulsó una modernización ambiciosa: fomentó la inmigración, amplió el tendido ferroviario, promovió la ciencia y, sobre todo, revolucionó la educación al fundar cientos de escuelas y establecer la formación sistemática de maestros. Sin embargo, su figura también genera controversia por su visión eurocéntrica y por el desprecio hacia las comunidades indígenas y el mundo rural.
Sarmiento murió el 11 de septiembre de 1888 en Asunción, Paraguay. Su vida estuvo llena de tensiones y contrastes: fue un apasionado defensor de la democracia pero con actitudes autoritarias; un promotor incansable de la educación popular que, a la vez, marginó a las tradiciones locales. A pesar de esas contradicciones, su legado en la organización del sistema educativo argentino lo mantiene como uno de los referentes más perdurables de la historia nacional.
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